jueves, 22 de mayo de 2014


LA URGENCIA Y LA PACIENCIA

 

Jesús nos envía el Espíritu Santo para que poco a poco nos vaya llevando a participar de toda su verdad, de toda su plenitud. Y yo creo que no hay mejor lugar para abrirse a la sabiduría del Espíritu que los pobres y especialmente aquí dejarse enseñar por la manera africana de afrontar los retos de buscar como vivir cada día.

Hay en el Evangelio una llamada a responder con prontitud a la llamada del Señor a cada uno. María una vez que escucho el mensaje de Dios salió con prontitud al encuentro de su prima Isabel. Los discípulos al escuchar la llamada de Jesús, dejándolo todo, le siguieron. San Pablo habla de que es hoy el tiempo de gracia que no hay que desaprovechar, estamos llamados a una conversión al amor de Dios que nos ha amado primero. El amor de Cristo nos urge a dar una respuesta al hambre de las gentes, a las ovejas perdidas sin pastor. No podemos posponer nuestra respuesta como el joven rico con excusas por qué entonces quedamos encerrados en nuestro egoísmo y sumidos en la tristeza, nos privamos de comenzar una vida nueva que lleva a compartir la plenitud de la alegría de Jesús, la alegría de que la salvación de Dios llega a todos los hombres para que no se pierda ninguno.

Sin embargo la misma Escritura nos invita a la paciencia de los labradores que esperan su fruto. Jesús habla que los frutos quizá los recogerán otros y nosotros simplemente sembraremos sin verlos. Jesús muestra toda su paciencia y su misericordia con nuestras limitaciones y pecados. Con cada discípulo como con Pedro ha de tomar todo el tiempo del mundo por hacerle comprender y por llevarle a una verdadera conversión. Santa Teresa dice que “la paciencia todo lo alcanza”.

En ningún lugar como en África las prisas no ayudan. Los africanos tienen una inmensa paciencia, están muy acostumbrados a afrontar todas las dificultades por salir adelante cada día. Los planes se rompen cada día por las circunstancias imprevistas. Cuando un camino queda intransitable se abre una alternativa y se da un rodeo. En las conversaciones y en la resolución de conflictos se toma todo el tiempo del mundo para dialogar sin ninguna prisa de tomar inmediatamente una decisión. Nosotros tenemos el reloj pero los africanos tienen todo el tiempo y esperan el momento necesario para alcanzar lo que buscan.

Cada día tiene su afán y la Providencia nos llama a la confianza de que todo lo que ocurre se convierte en una ocasión de gracia que hay que saber aprovechar. La urgencia del amor y la paciencia de cada día se armonizan con la acción del Espíritu que nos va conduciendo por los caminos del Evangelio.

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