SED DE LA EUCARISTÍA
Cuando uno escucha las historias de los
sacrificios y riesgos tomados por poder comulgar de cristianos en campos de
concentración, en tiempos de persecución religiosa o en prisión, descubre
una verdadera hambre y sed de la eucaristía. Esto hace contraste con la
rutina, la desgana y la superficialidad de todos nosotros cuando vamos a misa
como una obligación aburrida. Satisfechos de mil cosas que no nos alimentan
interiormente perdemos hasta el apetito por alimentar nuestro interior, no sentimos sed del Dios vivo.

Pero hoy también hay personas entre nosotros que nos muestran un
verdadero fervor y deseo de Cristo presente en la eucaristía. Nuestro obispo ha
querido que en todas las comunidades donde ya hay bautizados haya momentos de
exposición y adoración eucarística que nutran nuestra fe en la presencia de
Jesús que está con nosotros y que despierten el deseo de acogerle, de
alimentarnos de su amor para reconocerle y acogerle en nuestros hermanos.

En la misa que tenemos a diario a las siete de la
mañana a Bembereke, vemos todos los días al viejo Pedro que vive al otro
extremo del pueblo y que anda con un solo pie y dos muletas y que no duda de
madrugar para venir a la eucaristía y poder comulgar como su alimento
espiritual diario.
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