EL AMOR DE CRISTO A LOS
SUYOS
Hoy
antes de salir a España, escribo aún desde Benín. Hoy celebro el 30 aniversario
de ser ordenado sacerdote de Jesucristo. Viniendo de Bembereke, del Norte, a
Cotonou a coger el avión, en el Sur, me preguntaba si hoy 10 de junio podría
celebrar la eucaristía en este día en que quería agradecer y renovar la gracia
del sacerdocio.
En el
año 1984 el 10 de junio era la fiesta de Pentecostés, en la que nuestra Iglesia
de Asturias suele celebrar la ordenación sacerdotal. De hecho este año los dos
diáconos que estuvieron aquí en Benín, Jano y Juanjo fueron ordenados
sacerdotes. El domingo de Pentecostés recibíamos en la misión de la diócesis de
Logroño al Padre Angel de Mensajeros de la Paz. Fue él quién nos puso en
contacto telefónico con nuestro arzobispo de Asturias, Don Jesús, quién nos
dijo que se disponía para ir a la Catedral a celebrar la ordenación de los que
ya son dos nuevos sacerdotes no sólo para Asturias sino también para la misión
universal de la Iglesia.
Llegando
a Cotonou la tarde de ayer, nos fuimos Rafa de la misión de Logroño y yo a
dejar en el convento de los Padres Dominicos a una hermana dominica que está
con nosotros en el Norte. La Providencia me regaló que el convento estuviera a
dos pasos de la casa de los españoles que nos acogían y que pudiera celebrar la
eucaristía de la comunidad a las 7 de la mañana.
Las
lecturas de ese día me ayudaron a escuchar de nuevo la llamada del Señor a ser
sal y luz. Yo se que El es la sal, el sabor del amor que da sentido a la vida y
que El es la luz que nos muestra el camino que lleva a la vida en plenitud. Mi
vida no puede ser ejemplo para nadie, pero soy llamado a ser testigo de su
misericordia conmigo y de su amor sin medida por los suyos, especialmente los
más pobres cuyos rostros veo en esta tierra africana. Los pobres que nos
acogen como la viuda de Sarepta a Elías y que comparten con nosotros lo poco
que tienen para sobrevivir, nos enseñan a darlo todo, a darnos del todo, como
la mejor manera de transmitir el amor de Jesucristo. Cuando lo damos todo lo
ganamos todo. Que este amor gratuito del corazón de Jesús nos haga compartir su
amor de Buen Pastor por sus ovejas. Gracias Señor por esta gracia, que tú mismo
amor nos ayude a los sacerdotes a darnos con fidelidad a tu pueblo. Envía
obreros a tu mies que se dejen transformar por la santidad de tu amor.
A los
pies de la Virgen de Covadonga le pedí a María que me ayudara a ser sacerdote
según el corazón de Jesús, que fuera dócil como ella a la acción del Espíritu
Santo. Hoy puedo decir que ella me ha acompañado y que me lleva a encontrar en
Jesús la felicidad en estar cerca de su pueblo, en darme a pesar de mis
limitaciones, en ver como los pobres se alegran con la gracia y el anuncio de
Jesús. Que ella me ayude a llevar este amor hasta el final y guardarlo siempre
en la humildad y la confianza en la acción de la gracia de Dios.
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