DIGNIDAD DE UNA PERSONA
Su nombre es Bana, ella nació con la inmovilidad
de una pierna quizá fruto de la polio. Su familia en un primer momento hizo el
esfuerzo por enviarla incluso a la escuela y hoy logra hablar el francés. Pero
un día en el que iba a la escuela con sus muletas, Bana se cayó. A partir de
ahí se prefirió que se quedase en casa para evitar nuevas caídas. Después se la
envió a otro pueblo para que la cuidase una tía abuela.
Hasta que llegó una segunda caída en la que rompió
la cadera. Es a partir de ese momento que la comunidad cristiana se movilizó
para traerla a la misión. Una vez en el Hospital evangélico de Bembereke se vio
que realmente era una fractura de cadera, allí no tenían medios para una
operación de ese tipo. Sólo quedaba enviarla a Tangueta, lejos de aquí, en el
norte cerca de Togo, donde se encuentra un Hospital de los Hermanos de San Juan
de Dios. La comunidad dio algo de dinero para el viaje, la misión se hizo cargo
de los gastos de la operación y de la hospitalización.
Como no tenían prótesis de cadera, se le hizo una
operación colocándole una prótesis exterior esperando que así se pueda
restablecer sola la cadera. Bana y su vieja tía volvieron como pudieron de
nuevo a su pueblo y esperan volver de nuevo a los tres meses a ver si la cadera
se ha consolidado de nuevo.
Todo esto supone un montón de gastos para la
comunidad y sobre todo para la parroquia. ¿Y la familia? La familia, salvo su tía, el
resto se ha desocupado totalmente de ella. Según los comentarios de la gente,
Bana era para ellos alguien inútil, que no servía para el trabajo y que suponía
solo una carga. ¿Pero es que es un animal de trabajo o es una persona? ¿Una
persona solo vale para trabajar o tiene un valor por sí misma, digna de ser
amada y respetada?. Para una visión cristiana acoger a una persona así es acoger la
bendición de Dios aunque suponga un sacrificio. Acogerla es acoger al mismo
Cristo, es crecer interiormente, hacernos capaces del amor de Dios, hacernos más humanos.
La familia al ver que la comunidad cristiana y la
misión se han hecho cargo, ya no quiere saber nada. Es verdad que en un país donde
la casi totalidad no tiene ningún seguro de enfermedad, una enfermedad grave
que requiera una operación un poco complicada y costosa, se convierte en algo
prácticamente imposible de pagar.
Tomas, un catequista de la comunidad, la cuida con
un cariño increíble y desinteresado, todos los días le hace las curas
necesarias para que las heridas de la operación no se infecten. Bana ha visto que por fin alguien se ocupa de
ella, ha recuperado el sentido de su valor como persona, de su dignidad. Y si
en su silla el día que la llevamos al hospital mostraba su preocupación y su
tristeza, hoy se la ve sonreír esperanzada.
Olvidaste pone como fue el viaje hasta el hospital
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