jueves, 21 de agosto de 2014


LA PIEDAD POPULAR

Es una realidad universal que los pobres encuentran sus maneras de expresar su fe con devociones que a veces a “los más estudiados” nos cuesta comprender y acompañar. Pero es también verdad que Jesús agradece al Padre que se manifiesta a los sencillos y se oculta a los que se creen sabios.

Cuando llegué por primera vez a Benín y en concreto a esta parroquia de Bembereke me encontré con la realidad de dos peregrinaciones marianas que movilizaban a muchísima gente. Una de ellas una peregrinación diocesana que se hace por el mes de marzo en el Santuario mariano que está en nuestra parroquia y otra a nivel nacional durante este mes de agosto. De todos los puntos del país se desplazan miles de peregrinos muchas veces hacinados en camiones y en condiciones que hacen realmente de la peregrinación un verdadero tiempo de sacrificio.

Viniendo de nuestra Europa tan secularizada y de una cultura más racional nos cuesta y a mí me costaba entender que provecho espiritual se le podía sacar a todo ese movimiento humano por otra parte costoso en una situación de pobreza como la de estos países. Pero una catequesis que se fue haciendo por los pueblos en los que se pedía que cada uno contase cómo llego a ser cristiano, una gran mayoría decían que todo había comenzado cuando algún cristiano le invitó a ir a una de estas peregrinaciones y vio el amor y la alegría que reinaba entre todos. A partir de ese momento yo comencé a cambiar la manera de ver estas manifestaciones de la piedad popular.

Ahora es el Papa Francisco el que en su exhortación de “La alegría de la fe” nos llama a aproximarnos a esta realidad con la mirada del Buen Pastor que no busca juzgar sino amar. La piedad popular traduce una sed de Dios que solo los sencillos y los pobres pueden conocer. Y en todo esto la devoción mariana abre una manera de vivir el Evangelio de una manera expresiva y hasta corporal, donde el verse juntos y poder cantar y danzar alabando al Señor abre el corazón de los pobres al Espíritu de Dios. Quizá somos nosotros los pastores los que tendremos que volver a hacernos más sencillos para poder compartir la fe de los más pobres.

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