ID Y ANUNCIAD EL EVANGELIO
La
ordenación de los diáconos de nuestra parroquia fue una celebración sencilla
pero llena de alegría. Era la alegría de la gente que llegaba de todos los
pueblos en un gran camión que venía de Bembéréké a la catedral de Ndali. Era primeramente
la alegría de sus familias, gente sencilla y del campo, que veía a sus hijos
recibir la gracia de servir a sus hermanos como diáconos primero y luego como
sacerdotes. Es una manera de sentir que ya no son extranjeros y recién llegados
a la Iglesia, que ya son hermanos de los santos y de los apóstoles, elevados a
la condición de hijos que pueden participar de todas las gracias del Hijo.
La
celebración fue sencilla pero llena de emoción. El Obispo hizo una homilía al
alcance de todos y dirigida principalmente a los niños y a los jóvenes para que
se dispusiesen todos a escuchar la llamada que Dios les hace. Después de la
comunión, Edgard, sacerdote de la diócesis que hizo sus estudios de teología en
España y que hacía de maestro de ceremonias, le pidió al obispo permiso para
rompiendo el protocolo decir a todos de ponerse de pie para iniciar un canto de
acción de gracias y permitir que todos pudieran expresar cantando y danzando su
alegría por los dos nuevos diáconos. Yo no pude aguantarme y salí también
danzando a darles un abrazo y a danzar con ellos. Luego con las familias aún
pudimos seguir compartiendo la alegría.
Una
vez en nuestra parroquia, les hemos pedido a los dos de servir y predicar en
las dos comunidades más grandes de Bembéréké y de Gamia su primer domingo
después de la ordenación. De esta manera ya entraban a poner en práctica su
servicio y daban una ocasión a todos los que no pudieron ir a Ndali de verles,
de escucharles y de orar y alegrarse con ellos.
Antes,
el sábado, nos juntamos los tres para leer juntos el Evangelio del domingo y
compartir el mensaje que cada uno escuchaba en su corazón como una preparación
para su predicación. Yo quede realmente conmovido de verles tan jóvenes y ya
con una profundidad grande que ponía en relación la Palabra con la vida real y
concreta de la gente. Me sentí verdaderamente discípulo que aprendía de la
frescura de los que vienen detrás y más unido a ellos por el verdadero lazo de
la fe en Jesús y del amor a su pueblo. ¡Que María les acompañe a colaborar con
la gracia recibida para el bien de la Iglesia y del anuncio del Evangelio a
todos los pueblos!
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