domingo, 1 de marzo de 2015

PEREGRINACIÓN MARIANA

Desde el viernes hasta hoy domingo hemos vivido “La Peregrinación”. Es un acontecimiento que marca la vida de las comunidades. Son unos días intensos donde todas las parroquias de la Diócesis se reúnen en el Santuario Mariano que está precisamente en nuestra parroquia. Antes era sólo un domingo y todo corría a nuestro cargo con la colaboración de todos. Ahora hay una comunidad de religiosos franciscanos que mantiene una presencia permanente en el Santuario y dura tres días.
En muchas comunidades cuando les preguntas como empezaron a ser cristianos te cuentan que alguien les invitó a ir a la Peregrinación y que a partir de esa experiencia de fe, de amor y de alegría de los cristianos comenzaron a ir a la comunidad cristiana de su pueblo.
Muchas veces como sacerdotes lo podemos ver como unos días muy cansados con muchas actividades y apenas un minuto de descanso. Pero también se puede vivir de otra manera y así se me concedió la gracia de vivirlo este año.  Son unos días para compartir la fe del pueblo pobre y sencillo, de sentir sus sufrimientos como un verdadero viacrucis, de vivir como uno más su alegría de verse unidos y de alabar al Señor cantando con su Madre. Son unos días para compartir con todos los sacerdotes y religiosos de la diócesis y encontrando pequeños momentos para dialogar entre nosotros. Unos días para estar en servicio casi las 24 horas de cada día, sabiéndote servidor de todos hasta el olvido de ti mismo.
Son una ocasión para escuchar también en el silencio de tu corazón lo que el Señor te dice a ti,  como uno más al que se dirige su palabra y su llamada, dejándote tocar por su gracia sanadora, liberadora.
Termina uno agotado físicamente pero lleno de paz y de agradecimiento de poder compartir la fe y la alegría con un pueblo pobre, pecador, sufriente y lleno de alegría. Uno entra en esa escuela donde el Evangelio sabe a verdad y aprendes a aceptar tu pobreza humana para ser rico de Dios, a aceptar tu pecado para llenarte de la misericordia de Jesús, a compartir los sufrimientos de los otros para poder vivir la alegría y la fuerza de la solidaridad.





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